Hemos estado hablando en clase de los conflictos y su resolución. Os dejo en esta entrada una artículo interesante sobre este tema, de José Luis Pérez Huertas, autor del blog Cartografía Emocional. Reflexiona, ¿cómo valoras tú el conflicto? ¿Oportunidad de cambio, de crecer, o problema?
Espero vuestros comentarios en esta entrada a lo largo de la semana. Hasta la próxima clase.
"¿CUÁL ES TU RELACIÓN CON EL CONFLICTO? ¿TE ATREVES A ENTRAR EN ÉL? "
Estas palabras de mi profesor de yoga me hicieron interesarme hace ya
algunos años por el influjo que el conflicto ejerce sobre las personas.
Desde
Lao Tse,
hasta las actuales
teorías sobre el caos, el conflicto ha fascinado a
estudiosos e investigadores que han buscado con mayor o menor fortuna, patrones
y fórmulas para analizar, evaluar y resolver su complejidad.
Nuestra respuesta inicial al conflicto se encuentra en la parte más
primitiva de nuestro cerebro, que actúa como un centinela que detecta amenazas
en el entorno. Cuando nuestro cerebro percibe algo que interpreta como un
peligro o una amenaza procede a evaluar si somos capaces o no de hacer frente a
la situación y decide si lo más adecuado es la lucha o la huida.
Un análisis más elaborado sobre cómo abordamos el conflicto es el que
hicieron
Thomas
y Kilman en 1974. Para ellos existen cinco tipos de respuesta a la hora de
abordar un conflicto. Ninguna de ellas es buena ni mala en sí misma, todo
depende del momento y del conflicto en sí.
Estas posibles respuestas, son la base de muchos cuestionarios dirigidos a
evaluar cúal es el estilo dominante de cada persona a la hora de resolver un
conflicto. Cada estilo depende de la preocupación que la persona tiene hacia
sus intereses propios y hacia los intereses de la otra parte en conflicto. Su
representación gráfica sería la siguiente:
Competir es la respuesta más agresiva: es ir a por todas para dejar al otro
sin nada, mientras que evitar consiste no implicarse el conflicto (¿le resulta
familiar?). Ceder o acomodarse es pasar de todo y concedérselo al otro.
Hay dos respuestas muy interesantes: una es la de negociar, centrada en la
disposición a ganar y perder algo; la segunda es la de cooperar, trabajar para
que las dos partes consigan el máximo de lo que pretenden sin que nadie pierda.
Obviamente, la respuesta personal de cada uno dependerá de muchos factores,
y uno de ellos es el de la respuesta que aborde la otra persona. En este
sentido nos podemos encontrar con todos los juegos y estrategias posibles.
Los coaches nos encontramos personas que se encuentran en medio de un
conflicto, personas que están a punto de entrar en él o personas que ya pasaron
por él y salieron considerándose ganadores, perdedores o confusos acerca de
quien ganó y quien perdió. En el ejercicio del coaching encontramos relaciones
profesionales y personales destrozadas por el conflicto, o suspendidas en
espera de una conversación pendiente que les ayude a reclamar o pedir disculpas
por lo que sucedió durante la tempestad.
No existen recetas mágicas ni soluciones infalibles para resolver el
conflicto, de ahí la fascinación que produce. Pero sólo de algo podemos estar
seguros: las personas que consideran el CONFLICTO
COMO UNA OPORTUNIDAD tienen más posibilidades de crecer en el
conflicto que aquéllas personas que lo consideran un peligro del que no
tienen recursos para escapar. Por ello, nuestro primer trabajo como coaches es
el de ayudar a nuestro cliente a que perciba el conflicto como una oportunidad.
Para crecer, para mejorar, para el desarrollo…
¿Y tú? ¿Qué relación mantienes con el conflicto?
Fuente:
http://cartografiaemocional.wordpress.com/2009/08/03/conflictos/
Puedes profundizar más sobre los estilos de resolución de conflictos en este enlace: